Pornografía en Colombia: Génesis y consecuencias de una epidemia de proporciones dantescas
El creciente consumo de pornografía en el país y sus terribles consecuencias en la tutela de la dignidad de la persona.
El presente informe tiene como objetivo generar conciencia frente la preocupante escalada de la producción, distribución y consumo de material pornográfico en Colombia y sus terribles consecuencias en la defensa de la dignidad intrínseca de las personas.
Antecedentes del problema
¿Qué es y cómo ha evolucionado la pornografía?
El erotismo y la afectividad humana han sido siempre asuntos estrechamente relacionados con la comprensión de la naturaleza de los hombres, de sus relaciones sociales y de la sociedad misma. Desde la época precristiana, para Platón, el concepto de “eros” tenía un particular relieve comprendido como el ‘amor a lo bello’, algo que elevaba el alma del ser humano sobre los sentidos. “El eros platónico es una atracción arrebatadora del hombre hacia la belleza como término formal del amor, entendido éste como la tendencia a poseer la belleza confundida con el bien supremo y fuente humana de felicidad” (Compagnoni, et al. 1990).
Así como en Platón, debe reconocerse que el erotismo siempre ha estado presente en la historia del hombre y sus manifestaciones son tan antiguas como la existencia misma del ser humano. En todas las épocas ha habido obras literarias, de pintura, música y escultura profundamente eróticas en el sentido platónico sin llegar a ser pornográficas en el sentido actual.
Ahora bien, etimológicamente la pornografía significa: ‘descripción gráfica de la prostitución’. La ‘porné’ en griego, era la prostituta y la ‘graphein’, el relato escrito. Significa pues, toda representación escrita, visual o auditiva de personas, actos, objetos o símbolos con los que explícitamente se pretende provocar la pulsión sexual del ser humano para su satisfacción. Fue hasta la época moderna, con Sigmund Freud quien en su obra “Tres Ensayos para una Teoría Sexual” de 1905, amplía la noción de sexualidad más allá de los límites impuestos por la cultura de la época, caracterizada por la visión tradicional del pudor y del recato, explorando múltiples teorías sexuales que sirvieron de base epistemológica para la progresiva liberación sexual de la cultura, pero amparada por el discurso científico de Freud. Sus ideas, sirvieron para que años más tarde, el sexólogo Alfred Kinsey, por su parte, revolucionara la comprensión de la sexualidad humana, pues, a partir de un enfoque aparentemente científico desafió las concepciones naturales de la sexualidad. Propuso una escala de orientación sexual que abrió un abanico de categorías sexuales que van desde la exclusiva heterosexualidad, bisexualidad, hasta la exclusiva homosexualidad, defendiendo una cierta complejidad de las orientaciones sexuales (BBC, 2023).
Posteriormente, durante el período llamado “revolución sexual” que inició en la década de los 60’s proliferaron revistas, material impreso y se fundaron numerosos teatros para adultos como las primeras expresiones modernas de la pornografía que se asociaba con un cierto erotismo “sano”, pues la connotación semántica de la pornografía en ese entonces era más limpia que la de hoy y por ende, el rechazo social, médico y político a este tipo de prácticas nunca se hizo con tal contundencia, que se previniera a futuro el desarrollo de este negocio a los ingentes niveles que tiene en la actualidad. No se previno, porque tampoco se conocieron en su momento las consecuencias que con la generalización de la internet traería esta práctica que hoy constituye un auténtico problema de salud pública en gran parte de los países de la civilización occidental.
Este problema ha evolucionado a tal punto, que hoy, lo que se conoce como pornografía «blanda» es casi insignificante comparada con la pornografía llamada «dura o bestial» que presenta sexo crudo y mecanizado, desprovisto de cualquier sensibilidad humana y lleno de vulgaridad y degradación del amor, haciendo que los consumidores frecuentes de este contenido busquen experiencias cada vez más extremas y agresivas, casi de forma habitual, en el ámbito de las perversiones sexuales. “La pornografía como la droga puede crear dependencia y empujar a la búsqueda de un material cada vez más excitante “hard core” y perverso. La probabilidad de adoptar comportamientos antisociales crecerá en la medida que se vaya dando este proceso” (Compagnoni, et al. 1990).